La química del cariño

La química del cariño

 

Tercer artículo de la serie “El arte de la autocompasión” como estilo de vida donde se plantea el reto de ser amable, respetuoso y generoso consigo mismo.

 

La compasión hacia uno mismo encierra aspectos esenciales: la bondad hacia sí mismo, ser amables y comprensivos con uno mismos en lugar de críticos despiadados; reconocer la humanidad en común, sentirse conectados con los demás evitando el aislamiento y sentirse aplastados por el sufrimiento; asegurar la atención plena para vivir aceptando el dolor, pero sin extremismos.

En el mundo occidente se otorga gran importancia a la idea de ser buenos con los amigos, los familiares y los vecinos que lo pasan mal. Pero no acontece lo mismo cuando se trata de uno mismo. Regularmente al cometer un error o vivir un fracaso la persona se maltrata en lugar de expresarse cariño o pasarse un brazo por los hombros para brindarse apoyo y comprensión.

Se ha de expresar más la bondad hacia uno mismo. En la familia, la escuela y la sociedad nos han hecho creer que los individuos fuertes tienen que ser insensibles y mantener en silencio el propio sufrimiento. Tal comportamiento nos despoja de uno de nuestros mecanismos de defensa más poderosos para hacer frente a los problemas de la vida.

En lugar de maltratarnos se ha de reconocer que las personas se equivocan y que los fracasos forman parte de la vida. Cuando se viven experiencias de fracaso no significa que soy un fracasado.

En la vida diaria encontramos individuos convencidos de que no deben ser caritativos consigo mismos. Esta es una creencia que se forja en la infancia y se refuerza en la adultez. Hay que trabajar para combatir esa creencia. Solo así se podrá lidiar con el tirano interior que promueve el hábito negativo de la autocrítica que aniquila la amabilidad con nosotros mismos.

Las personas con vínculos inseguros suelen tener menos compasión por sí mismas que las que crean vínculos seguros. Cuando nos expresamos cariño y comprensión a nosotros mismos de manera constante, también empezamos a sentirnos merecedores de cariño y aceptación de los demás. Cuando nos envolvemos en el cálido abrazo de la bondad hacia nosotros mismos, nos sentimos sanos y salvos. El reto reside en amarse a sí mismos de un modo sano.

El cuidado por uno mismo está contenido en el DNA de la persona. De hecho, el organismo es capaz de generar hormonas potentísimas que producen bienestar y también son herramientas útiles para la prevención y la curación de dolencias. La oxitocina es una de ellas y se le ha bautizado como “la hormona del amor y del vínculo” por el importante rol que desempeña en las relaciones sociales. El aumento de los niveles de oxitocina incrementa en gran medida el sentimiento de confianza, paz, seguridad, generosidad y conexión, además de fomentar la capacidad de sentir cariño y compasión por uno mismo.

Es recomendable comportarse amablemente con sí mismo cuando nos enfrentamos a las limitaciones y comenzar a sufrir menos por ellas. Se ha de adoptar un lenguaje empático, no crítico, cuando hablamos con nosotros mismos. Hay que prescindir de una vez por todas con el monólogo del crítico interior. Solo así se experimentará el poder curativo de la bondad. Ante la imperfección humana se ha de reaccionar con la justa compresión, bondad y delicadeza. Hemos de convencernos que equivocarse es de humanos, que el trabajo consiste en conquistar la excelencia no la perfección, está última es un atributo solo de Dios y que las personas no podemos poseer. Los seres humanos perseguimos la excelencia. Quien busca la excelencia Dios le concede su santidad.

 

José Pastor Ramírez

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