Me siento fría (o), lejos de Dios y sin ganas de volver

Me siento fría (o), lejos de Dios y sin ganas de volver

Ésta es una experiencia más común de lo que creemos. Los sentimientos nos traicionan. Nos hacen creer como una realidad, lo que es solo una emoción subjetiva. Que te sientas lejos de Dios no quiere decir que lo estés. Nadie puede alejarse de Dios. Dios es el que hace posible que existas. Es quien le da posibilidad y consistencia a tu existencia. Si te alejaras de él, dejarías de existir. Pero, además, ¿Cómo puedes alejarte de alguien que va dentro de ti? Donde quiera vayas, allí Él va contigo. No para controlarte o vigilarte, sino para sostenerte, apoyarte, animarte interiormente, hacerte ser.

Cuando dices que estás lejos de Dios y sin ganas de volver, muy posiblemente te refieres a que el modo en que te relacionabas con Él, ya no te dice nada. Ya no sientes lo que antes sentías, no te atrae como antes te atraía. No tienes deseos de hacer las prácticas religiosas con las que sentías que entrabas en contacto con él, pues no experimentas esa cercanía. Sientes el vacío, la ausencia, como si le hablaras a nadie. Como si nadie te estuviera escuchando.

Muchas veces, eso viene acompañado de la vergüenza y el sentido de culpa, por haberte equivocado o por haber hecho cosas que sabes desagradan a Dios y van en contra de lo que crees que es lo correcto.  También se da el caso de que no sea nada de lo anterior, sino que simplemente, se te fue el gusto, como que se te hubiera salido de dentro. Ya no tiene sentido orar, participar de las celebraciones, ir a los encuentros, etc., y, lo peor, no entiendes por qué.

Y ahora te digo yo. Experimentar eso es muy normal en la creyente. No eres atea, no te has alejado, no has dejado de creer, no has perdido la fe. Muchas cosas influyen en lo que sentimos y en cómo nos sentimos: nuestros estados anímicos, las expectativas (falsas o verdaderas) frustradas, los cambios evolutivos de la persona, los cambios de edad, las etapas por las que pasa cada creyente en su proceso de maduración en la fe, etc.

En muchísimos casos, esto es solo la crisis del momento de superación de un estado espiritual, que está pidiendo pasar a uno más elevado o profundo. El estado anterior ya no te es suficiente. No has perdido la fe, sino que has pasado de nivel.

Si deseas saber a qué me refiero, espera el próximo artículo.  “Fases de maduración de la fe”.

 

P. Edison Capellán

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One Comment
  1. Que alivio es saber que aunque me enfríe, Dios me da aliento de seguir. Le felicito por este artículo

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