Si te sientes fría en tu relación con Dios, si perdiste el interés por lo que tiene que ver con él, si ya la religión no te dice gran cosa, bienvenida al mundo de los humanos que evolucionan y crecen en su fe.
La fe que tuviste en tu niñez te la enseñaron tus padres y en tu escuela o en las catequesis o escuela dominical. No era una decisión tuya, sino que tus mayores entendían que era bueno y te invitaban. Tú lo hacías porque debías hacerlo, porque eso lo mandaba Dios, porque había que cumplir con Él.
Era la fe de tus padres, no la tuya. Tal vez la fuiste haciendo tuya con el tiempo, pero quizás nunca la hiciste tuya, así que en la primera oportunidad la dejaste. Posiblemente se hizo parte de tu cultura, algo que todos hacen y se considera bueno, pero no una necesidad.
Cuando pudiste decidir si seguir con esa práctica religiosa o no, un gran grupo de tus compañeros (¿incluida tú?) decidió que no, o, al menos, no como hasta ese momento. Luego que hiciste la primera comunión, probablemente dejaste de ir a la iglesia y, si seguiste yendo, seguro notaste que un gran grupo de tus compañero/as no apareció más por ahí. Para no pocos, esa fue la primera y última comunión. Esto nos dice que lo hacían, tal vez tú incluida, porque sus padres se lo pedían o porque era algo que se tenía que hacer, se hizo y se salió de eso. Pero no porque estuvieran convencidos del valor que encerraba y se asumiera como una decisión personal.
Como ves, se pasa de la primera infancia, en la que se hace lo que nos dicen los padres, a la segunda infancia, donde ya opinamos o podemos protestar y quejarnos, hasta que nuestros padres dejan de insistir, pues se cansan de nuestros resabios y negativas, y nos dejan en paz. Insisto, muchos siguen con la fe de sus padres sin protestar, para ellos no es un problema, al contrario, esto les gana la benevolencia de los padres.
Pero, en general, es el momento en que, dejas la fe de tus padres, entras en la fe del grupo y/o del gusto o en un vacío de práctica religiosa. Empiezas a entablar relaciones de amistad, a pasarla bien con tus amigos. Si en el círculo de amistades con quienes juegas y pasas tiempo no existe experiencia religiosa, quedas en un vacío o ausencia de práctica. Por el contrario, si tu grupo de amigos va a la iglesia o tiene alguna experiencia de fe, te unes, no por la fe misma, sino porque es una forma de estar en el grupo, de ser aceptada, acogida, ganar espacio, pasarla bien.
Puedes constatarlo con los que concluyeron contigo la primera comunión si el mismo grupo siguió junto para la preparación a la confirmación o se formó un grupo de preadolescentes. Si fuiste de esos, sabes que lo importante era el grupo, porque en las vacaciones del grupo, se notaba su ausencia en los ritos y celebraciones religiosas. La experiencia religiosa era vivida por la experiencia de grupo y las actividades infantiles o para jóvenes que en torno a ella se organizaban: fiestas, encuentros, paseos, campamentos, vigilias, etc. Posiblemente hacías oraciones, pero orabas poco, pues aún no habías hecho de esa relación con Dios algo personal, no te habías apropiado de la fe, no habías sentido la necesidad, pues tus preocupaciones y gustos eran otros. Tus oraciones eran las que habías aprendido de niña y no sabías orar sin fórmulas (padrenuestros y avemarías, etc.), orabas porque se debía, no porque te gustara.
Tu fe era la de tus padres hasta que llegaste a la adolescencia plena y empezaron los conflictos: con los padres, con los amigos y amigas, con el propio cuerpo que empieza a cambiar, con la atracción que se experimenta por el otro, con el desgane por los oficios y tareas, etc. En esta etapa se descubre que muchas cosas que nos habían dicho no eran ciertas y dudamos de tantas cosas, hasta de Dios. Empiezan las primeras dudas y crisis de fe. Insisto, esto no sucede con los que siguen con la fe de sus padres y no se cuestionan nada. Para ellos, aunque la fe no tenga gran importancia, la siguen practicando porque la familia lo hace. Tampoco sucede con los que ya la habían abandonado y llegan a esta etapa como creyentes culturales, ateos prácticos, indiferentes, sin convicción.
Para los que se rebelan en contra y entran en confrontación, también la fe se cuestiona y hasta se rechaza. Es el primer momento de un abandono consciente o de una verdadera apropiación de la fe por voluntad propia. Se da la primera crisis, el primer enfriamiento o alejamiento consciente.
Si te interesa seguir profundizando espera la continuación del artículo. Fases de la maduración de la fe. La adolescencia y juventud.