“La sorpresa es el deseo humano de comprender” – Neil Armstrong
De lo inesperado nace lo increíble; y a veces, bajo la atenta mirada del destino, y arropados por las circunstancias correctas, se forman diamantes con un potencial increíble, que, de llegar a ser expuestos a la presión adecuada, pueden brillar con suficiente luz propia como para iluminar el futuro de un país entero.
Aproximadamente a 2,252 km de Santo Domingo, República Dominicana, se encuentran resguardados los sueños de millones de jóvenes. Un lugar extraordinario, donde la palabra “imposible” no está dentro de su vocabulario, y en el cual mirar a las estrellas no es un anhelo, sino un objetivo y una realidad.
En algún momento de nuestra vida, aunque fuera por un minúsculo e insignificante pasaje en el tiempo, hemos mirado al cielo cuestionándonos la razón de nuestro existir, el propósito de existir, la magnitud y el significado de nuestras acciones y decisiones. Para nosotros, los simples mortales, las respuestas a estas inquietudes se encuentran escritas en la eternidad; jamás alcanzable. Pero existen, en nuestro mundo, seres capaces de dimensionar y entender el propósito de sus realidades más allá de lo observable y lo palpable; personas capaces de imaginarse el futuro, sin perder de vista el presente, y conscientes del pasado, que no les define, pero les impulsa a buscar la perfección.
Generalmente cuando nos referimos a los mejores y hablamos sobre personas con capacidades extraordinarias nuestra mente suele trasladarse a doctores, catedráticos, especialistas, ingenieros, médicos y profesionales graduados de las mejores universidades del mundo; lamentablemente en nuestro mapamundi mental jamás está República Dominicana. Dice Pedro Mir, poeta dominicano, que “Hay un país en el mundo…”, el cual destaca por sus apolíneas playas, ser el hogar del plátano power, el perico ripiao, el mangú con los tres golpes, los jueves sociales, la cerveza vestida de novia, el calor de su gente…y también millones de sueños frustrados.
Cuántos niños y niñas soñaron con construir un cohete para viajar a la luna y nunca recibieron una oportunidad; dónde quedaron los que desarmaban sus carritos de juguete porque querían ver cómo funcionaban por dentro; aquellos que jugaban a ser médicos para curar a sus familiares y amigos; quienes coleccionaban todo tipos de insectos o plantas; y los que tenían la costumbre de diseñar y dibujar cosas que no existían. Fatídica combinación: un país escaso de oportunidades y rebosante de talento. Pero, aunque a veces perdamos la esperanza en nosotros mismos, y la cotidianidad parezca abrumarnos, también tenemos razones para sonreír, porque no todo está perdido y el futuro de nuestro país reposa en los hombros de jóvenes preparados y con la ilusión intacta. Personas con unas ganas feroces de comerse el mundo y demostrar que el dominicano nació para brillar junto a los mejores y en los grandes momentos.
Aunque no haga mucho ruido o adquiera la suficiente relevancia como para destacar a nivel nacional e internacional, el equipo APOLO 27, de la Universidad INTEC, conformado por jóvenes estudiantes de diferentes áreas de estudio, representaron de manera extraordinaria a nuestro país en un certamen internacional organizado por la NASA. Estudiantes con un futuro brillante e impulsados por sus increíbles capacidades, su empeño y un claro objetivo: seguir desarrollándonos para aspirar a ser los mejores; los mejores de la región, del continente y del mundo. ¿Por qué no soñar a lo grande?
Dentro de este equipo hay una persona muy especial para la Familia Salesiana. Muchos de ustedes, nuestros lectores, desconocen de su existencia, para otros simplemente es una cara conocida que se desvaneció en el tiempo, el recuerdo de lo que algún día conocieron, pero podemos llenar nuestros corazones de orgullo porque, desde el silencio del trabajo arduo y honrado, Ingrid López nos representó junto a las mejores mentes jóvenes nacionales, regionales y mundiales.
Si algo caracteriza a nuestra protagonista es su capacidad de descubrirse a sí misma y al mundo que la rodea, así como también el amor por aprender y disfrutar las experiencias que le presenta la vida. Nacida y criada en República Dominicana, es, a su corta edad, el ejemplo perfecto de que cuando el ser humano se propone algo, cuando el objetivo es claro y se convierte en el motor que impulsa nuestras vidas, nada ni nadie podrá detenernos.
Capitaneó al equipo APOLO 27 en el concurso “Nasa Human Exploration Rover Challenge” y lograron ganar dos premios: “The Most Improved Award” y el “Spirit Award”. Se trata de una competencia, efectuada en Huntsville, Alabama, en el Centro de Investigación y Desarrollo de la NASA, que consiste en diseñar, construir y probar tecnologías para dispositivos de movilidad en distintos entornos, los cuales podrían ser usados para futuras exploraciones en planetas, lunas, asteroides y cometas.
Con la misma ilusión y felicidad que disfrutó de la experiencia en la NASA, Ingrid concedió una entrevista a los Salesianos, comunidad a la que ha estado ligada desde pequeña, a través de sus padres, y que le ha visto crecer en su paso por ITESA, en donde realizó un técnico en electrónica. Amable, cercana y siempre sonriente se sentó a conversar sobre sus años junto a los salesianos, la llegada a la universidad, la experiencia en el equipo APOLO 27 y sus objetivos de cara a los próximos años.
Ingrid comenta, mientras se acomodaba en la silla como si estuviera en el salón de su casa – porque la familia salesiana es su hogar – que estudiar en ITESA para ella supuso cumplir el sueño de su padre, quien siempre anheló poder acceder al instituto y que, de algún modo, vio reflejados en su ella los esfuerzos de toda una vida. “No sabía lo que quería estudiar cuando ingresé a ITESA, y mi sueño no era estudiar ningún técnico, mucho menos la carrera de mecatrónica, pero después de ir probando diferentes áreas me acabó gustando de la electrónica”, declara.
Lejos de arrugarse y entristecerse ante la imposibilidad de cumplir sus sueños de niña, encontró una nueva pasión y vocación en el mundo de la mecatrónica, carrera que actualmente estudia en INTEC y la cual le ha abierto las puertas a un sinfín de posibilidades. Integrante y capitana del equipo APOLO 27, estudiante destacada de la universidad, trabaja dentro de la misma institución y ya tiene apalabrado su futuro laboral.
Ingrid López es consciente que estudiar en ITESA, por mucho que no le gustara al principio, resultó ser una ventaja de cara a su futuro. “El cambio del colegio a la universidad fue sencillo porque muchos de los conceptos que nos enseñaban al principio de la carrera ya los tenía aprendido porque los vi durante el técnico; entonces fue medio aburrido al comienzo”, destaca mientras intenta controlar una inevitable sonrisa cargada de picardía.
La primera gran oportunidad que se encontró al poco tiempo de iniciar la carrera de mecatrónica fue poder ingresar a APOLO 27. Y aunque no confiaba en sus capacidades para adentrarse en dicho mundo y pertenecer al equipo, la insistencia por parte de sus más allegados caló profundo dentro de su ser y le acabaron convenciendo para cumplimentar el formulario de entrada, enviar su portafolio de trabajos y realizar la entrevista de acceso; un salto de fe que dio sin estar segura del todo, pero con la tranquilidad y el apoyo que le ofrecían quienes le rodeaban y fueron su soporte en todo momento.
Y es que Ingrid es consciente que estudia una carrera que no es común. Estudiar mecatrónica no es la salida profesional que muchos jóvenes desean y más extraño todavía es encontrar mujeres dentro de la profesión. Incluso dentro de su propio núcleo familiar su madre llegó a cuestionar la elección profesional de su hija. “Tú sabes que mecatrónica no es una carrera normal, hay muchos hombres…yo venía de ITESA donde casi no compartí con chicas, entonces cuando le dije a mami lo que quería estudiar lo primero que me contestó fue que iba a estar rodeada, en su mayoría, por chicos”, expresaba mientras continuaba agregando que actualmente es la única chica dentro de sus clases.
“Obviamente me gustaría ser un ejemplo para futuras generaciones, sobre todo para niñas que quieran estudiar una carrera “diferente” o que crean que las van a juzgar porque su sueño “solo lo estudian y lo alcanzan los hombres”. Es por eso que, una vez finalice mis estudios, quiero seguir trabajando y colaborando para ayudar a sanar y cerrar esas heridas del pasado – refiriéndose al machismo – y así construir un futuro más justo, en el que mujeres y hombres puedan contar con las mismas oportunidades y salidas laborares”, expresó entusiasmada.
Si lo consigue o no, algún día lo descubriremos; por el momento solo lo sabe el destino. Pero lo más probable es que durante el camino ilumine y motive a todo aquel que se cruce, sin dejar de lado su amabilidad y sin dejar de pensar en sus objetivos a corto, mediano y largo plazo. Porque para Ingrid lo más importante es ser buena persona y divertirse en todo momento; como lo hacía en el “Centro de Investigación y Desarrollo de la NASA” mientras los integrantes del resto de delegaciones trabajaban concentrados y el equipo dominicano le ponía “sazón” al evento; dentro de los salones de clase de la universidad; o cuando sale a bailar para despejar su mente y seguir disfrutando de su juventud.
Y si algún día la NASA llega a llamarle, reconociendo su esfuerzo, su talento y entrega, y le ofrecen estudiar y trabajar junto a ellos, la respuesta la tiene clara; aunque eso implique dejar a su familia, amigos y zona de confort, Ingrid López tiene un sueño – al igual que millones de dominicanos –, y ese pensamiento le motiva a despertarse todos los días con la fuerza necesaria para perseguir la mejor versión de ella misma…porque mira al cielo, ve a las estrellas y se nota brillando entre ellas.