El día 21 enero de cada año se celebra la fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia, quien es considerada como madre protectora y espiritual del pueblo dominicano. Es un día festivo y no laborable para toda la República Dominicana donde se celebra a nivel religioso procesiones significativas de fe para venerar a la madre del Señor. Miles de peregrinos se dirigen a Higüey, al este de República Dominicana para encomendar su fe y sus oraciones en la Basílica de la Altagracia. La Virgen de la Altagracia es una advocación mariana que no solamente lo celebran los fieles cristianos, también las comunidades de no creyentes toman un espacio para depositar sus intenciones en Tatica, como se le conoce popularmente.
En el último artículo que redacté sobre la Virgen de la Altagracia por la conmemoración del centenario de su coronación canónica que se realizó el 15 de agosto de 2022 destacaba la importancia de tener a la Altagracia en la brújula cristiana, en el cual esta brújula está compuesta por Cristo como el norte, la sinodalidad y el ecumenismo en diálogo con las ciencias y las culturas como el sur, el amor a María Santísima (La Altagracia) como el este, y la caridad con el prójimo el oeste. En este nuevo artículo quisiera recalcar su importancia como madre espiritual.
Para comprender el concepto de madre espiritual inicio citando una referencia bíblica. «Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo.” Luego dijo a discípulo: “Ahí tienes a tu madre.” Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. » (Juan 19, 26-27)
Para entender este pasaje hay que situarnos en lo que sucede. Jesús ya clavado en la cruz está dirigiendo sus últimas palabras a sus seres queridos entre los que se encuentran María, su madre, y Juan, al discípulo a quien tanto amó. Estas palabras que Jesús dice tanto a María como a Juan son clave para entender el concepto de madre espiritual. Ante las dificultades del día, las crisis existenciales o las crisis de fe, Jesucristo nos invita a ejemplo de Juan en dejarnos recibir con amor a María en nuestros problemas porque ella con total amor nos recibe, nos guía y nos libera de los agobios de la vida.
Anselm Grum, monje benedictino alemán interpreta en su libro Jesús, puerta hacia la vida que «el discípulo amado representa a todos. Nuestra tarea consiste en acoger en nuestra casa el amor que resplandece en María, fuente del amor; en acogerlo en nuestro interior como algo propio». Para entenderlo con un ejemplo muy sencillo imaginemos una plantita en la cual se le inserta agua para que crezca y broten sus flores. Así es la forma de acoger el amor de María, donde María es la cultivadora que nos cuida cada día, la planta somos nosotros que nos dejamos cuidar, y el agua es el amor de su hijo, Jesús, que es vida y que nos alimenta.
Sin embargo, no podemos quedarnos en el plano espiritual, también hay que aterrizarlo a la realidad, es decir, a la cotidianidad. El último verbo de la referencia bíblica nos da una clave para poder llevarlo a la realidad. El verbo acoger proviene del latín accolligere y significa “dar refugio o admitir en casa”. Los elementos de este término son ad- (hacia), con (todo, junto) y legere (escoger). Hay tantas formas de dar acogida en la cotidianidad. Ante un accidente de tránsito y donde hay involucrado un herido es un compromiso socorrer según podamos, no quedarnos de solamente como simples observadores, sino de socorrer. Otra forma de poner en práctica el verbo acoger en la cotidianidad es dar la oportunidad de dialogar con quien no he hablado desde días, meses o incluso años porque la vida no consiste en estar en conflictos sino en armonía y en paz. Esto es un poco difícil porque se interpone nuestro ego y queremos ser más que el otro. Y un último ejemplo es poniendo en práctica la capacidad de escucha. En la sociedad donde nos encontramos atacados por noticias, ideologías, y mucha tecnología mal utilizada es donde debemos prestar a escucha y aconsejar a quien lo necesita. Esa son algunas de las formas de practicar el verbo acoger.
Que podamos recibir como discípulos del Señor hoy en el siglo XXI a tantas María que aparece en nuestra vida, y a la vez nos dejemos guiar por el amor maternal de María en la advocación de la Altagracia para que estemos como dice su calificativo, en Alta-Gracia. Que Tatica siga siendo nuestra madre espiritual. Feliz fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia.
Autor: Luis Guillermo Gómez Batista