Pensar en los jóvenes hoy, inevitablemente me hace pensar en mi juventud hace unos años atrás. En los años 90 vivimos momentos de muchas dificultades económicas, dificultades sociales, pero ninguna de ellas, hicieron que mermara nuestra alegría y nuestra esperanza. No puedo negar que hubo momentos de preocupación, de mucha incertidumbre, pero la presencia de Dios siempre se manifestó de una manera extraordinaria. Las herramientas, muy sencillas, la oración, la solidaridad y la comprensión entre todos.
Siento que hoy Dios nos está dando una nueva oportunidad de afirmarnos en la fe y en la esperanza, pero para esto es necesario mirar con los ojos de Dios a los demás. No podemos, no debemos mirar con ojos de odio o de rencor, es necesario desterrar de nuestro corazón todo aquello que nos aleja del amor.
Mis queridos jóvenes, hoy más que nunca necesitamos alzar nuestra cabeza y mirar el mundo a través del cristal del amor, pues solo en el amor podemos fomentar nuestra esperanza, solo en el amor podemos afianzar nuestros deseos de cambio, de justicia, de libertad; solo en el amor podemos conseguir la unidad, solo en el amor “podemos engendrar la maravilla”.
Es necesario escucharnos, es necesario aclarar nuestras ideas y poder visualizar un futuro prometedor, un futuro que necesita ser preparado, pensado y sobre todo fundamentado en el amor y no en cualquier amor, sino en el amor de Dios. Sin embargo, cuando nos dejamos apasionar por los discursos, las consignas, los momentos, cuando pasa la euforia entonces llega el vacío, el vacío que intentamos llenar con el alcohol, con drogas, con vicios que lejos de ayudarnos, lo único que hacen es hundirnos más y más en el sinsentido de la propia vida.
Que distinto sería todo cuando las palabras se vuelven acción, cuando Jesucristo deja de ser un mito y se convierte en una realidad, cuando soy capaz de perdonar y perdonarme, cuando soy capaz de transmitir esperanza a pesar de las dificultades, cuando soy capaz de ver a Dios en los demás independientemente de su raza, sexo, creencia o condición social. Este es el fundamento del amor, cuando soy capaz de comprometerme simplemente por amor, amor a mi tierra, amor a mis principios y valores, amor a mi historia, amor y orgullo de ser hijos de Dios; comprometerme conmigo mismo, a marcar la diferencia, que no sean mis labios sino mi vida misma, mi modo de proceder el que hable por mí.
No tengas miedo, abre de una vez y por todas, tu corazón a Dios, déjate amar por él, déjate guiar por él, abandónate en él; ese es el único camino verdadero que puede llevarnos hacia esa gran verdad, ese es el único camino que puede transformar nuestra sociedad. Sé y estoy consciente, que nos falta mucho por recorrer, pero este trabajoso camino hacia el amor verdadero, esta lleno de espinas, que duelen, que hincan, que hieren, y es por eso por lo que no podemos ir solos, necesitamos acompañarnos unos a otros, necesitamos tener nuestras manos disponibles para levantar y para levantarnos.
“Venga la esperanza” dice un canto de mi juventud, una esperanza cargada de amor, una esperanza llena de sueños realizados, una esperanza llena de alegría y felicidad para todos, una esperanza que solo es posible en Dios. Dios te ha llamado a construir un mundo mejor, lleno de oportunidades para todos, pero no te ha dejado solo te ha dado la asistencia del Espíritu Santo, y la sabiduría de su palabra, ánimo pues, tu joven eres la esperanza de un mundo mejor, tu joven, eres la esperanza, y recuerda que si eres tú la esperanza entonces “no hay un héroe como tú”, pues “no soy yo quien vive es Cristo quien vive en mí” ya que “tu gracia me basta”.
Por: Diác. Maykel Gómez, sdb
Mensaje a los jóvenes cubanos en tiempos de pandemia