El Padre Inspector, José Pastor Ramírez Fernández, presidió esta tarde la misa de exequias del padre Jesús Hernández, SDB, en la parroquia María Auxiliadora de Jarabacoa.
A continuación el texto íntegro de su homilía.
Apreciados salesianos, miembros de la Familia Salesiana, amigos todos:
Hoy nos hemos reunido, en esta Parroquia María Auxiliadora, para despedir un salesiano misionero muy querido, un enamorado de la cultura, del saber, de la filosofía, de la teología, de la Inspectoría de Las Antillas, de la Misión salesiana: el P. Jesús Hernández.
Estos son encuentros de funerales nos generan dolor y pena, desazón e inquietud; los rechazamos, no queremos que se verifiquen en nuestras vidas porque implican ruptura con aquellos que amamos. Sin embargo, hemos de incluirlos en nuestras agendas y en nuestra hoja de vida porque somos seres finitos, porque nuestra Patria no es la tierra sino el cielo, junto al eterno Padre.
Dicen las Constituciones Salesianas en el artículo 54: “La esperanza de entrar en el gozo de su Señor ilumina la muerte del salesiano”. Don Bosco hablaba continuamente a sus muchachos y a los salesianos sobre el tema de la muerte. Con sentido de la realidad, los “entrenaba” todos los meses en la “buena muerte”, enseñándoles a morir al pecado para estar en condiciones de recibir un día la muerte con el gozo de la amistad divina. El P. Jesús fue entrenado en la escuela de Don Bosco, por eso estamos seguros de que estaba preparado para este momento de encuentro con el Creador. Estamos claros de que a los hijos de Don Bosco y a la Familia Salesiana nos “mueve la esperanza”.
Al cumplir en el 2007 sus 50 años de sacerdocio, siendo yo Inspector, le dirigí a través de Noti-Familia un breve mensaje que quiero reproducir nuevamente en esta circunstancia de su fallecimiento: “Descubro en el P. Jesús un salesiano fiel al carisma de Don Bosco, obediente, entregado y trabajador, humilde, práctico e inteligente. Una persona que se traba metas, las alcanza y evalúa. Un enamorado de los libros. Un hombre sencillo. Un educador que siempre habla bien de los demás. Un sacerdote entregado, transparente, con una alta valoración de los sacramentos de la Eucaristía, de la Reconciliación y de la Unción de los Enfermos”. Era un sacerdote que tenía como carta de navegación la Palabra de Dios y las Constituciones salesianas. Él estudiaba, analizaba, vivía y predicaba las sagradas escrituras.
Por otra parte, el texto del evangelio de Mateo que hemos escuchado hace un momento, presenta tres llamadas de Jesús que hemos de escuchar con atención sus seguidores, pues pueden transformar el clima de desaliento, cansancio y aburrimiento que a veces se respira en algunos sectores de nuestras comunidades cristianas especialmente en estos tiempos de dificultad causados por la pandemia del COVID-19. Pero también, en este momento de pena y dolor por la muerte del P. Jesús.
“Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré”.
Esta primera llamada dirigida a todos los que viven su religión como una carga pesada. No son pocos los cristianos que viven agobiados por su conciencia. No son grandes pecadores. Sencillamente han sido educados para tener siempre presente su pecado y no conocen la alegría del perdón continuo de Dios. Si se encuentran con Jesús se sentirán aliviados.
Tengo la convicción de que el P. Jesús encontró en el cristianismo y en el carisma salesiano un estilo de ser y estar en el mundo y en la Iglesia: ha vivido la confianza en un Dios Padre; ha descubierto una alegría interior que hoy que solo puede generar el encuentro con Jesús.
“Carguen con mi yugo, porque es llevadero, y mi carga, ligera”.
Jesús en esta segunda llamada no agobia a nadie. Al contrario, libera lo mejor que hay en nosotros, pues nos propone vivir haciendo la vida más humana, digna y sana. No es fácil encontrar un modo más apasionante de vivir.
Jesús libera de miedos y presiones, no los introduce; hace crecer nuestra libertad, no nuestras servidumbres; despierta en nosotros la confianza, nunca la tristeza; nos atrae hacia el amor, no hacia leyes y preceptos. Nos invita a vivir haciendo el bien.
“Aprendan de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus vidas”.
En la tercera llamada, el Maestro de Nazaret, invita a aprender de Él y a vivir como Él. No complica la vida de nadie. La hace más clara y sencilla, más humilde y más sana. Ofrece descanso. No propone nunca a sus seguidores algo que él no ha vivido. Por eso puede entender, en este momento particular, nuestras dificultades y nuestros esfuerzos, puede perdonar nuestras torpezas y errores, animándonos siempre a levantarnos.
Movidos por estas convicciones decimos: “En tus manos, Padre de bondad, encomendamos el alma del querido P. Jesús”. Despidámoslo todos juntos, elevemos por él una oración y entonemos la victoria del Señor.
P. Jesús, tu comunidad del Don Bosco, las personas que usufructuaron de la Biblioteca Antillense, los exalumnos, los salesianos, toda la Familia Salesiana y amistades aquí presentes, te deseamos que descanses junto a Dios.
Nuestras vidas quedan nutridas de tus ejemplos de vida consagrada y sacerdotal, y por los valores que viviste y nos transmitiste como hijo de Dios, como profesor, como animador de comunidades y como formador.
Apreciado hermano, las puertas de la nueva ciudad se abren para ti; Cristo te dé la vida y te reciba en su amistad.
Mi agradecimiento a los salesianos de la Residencia Sagrado Corazón de Jesús, en la persona de su director, P. Ely Peña. Un sentido agradecimiento también a los médicos y paramédicos que en estos años han dedicado sus mejores atenciones, a toda esta comunidad, sobre todo al P. Jesús.
Gracias a las personas que nos han escrito o llamado para unirse a nuestro dolor y esperanza.
Gracias al Párroco de esta parroquia por acogernos y ofrecernos sus atenciones.
Vaya nuestro saludo, agradecimiento y oración por los familiares del P. Jesús, quienes nos acompañan presentando su hermano, tío y amigo a Dios
Gracias a todos los presentes por su amistad, fraternidad y solidad.
Que María Auxiliadora, Don Bosco y todos los santos y beatos de la Familia Salesiana te acompañen a la patria celestial a celebrar la Pascua eterna. Amén.