Les saludo muy cordialmente amigos y amigas y escribo esta página con mucho retraso para la preparación del boletín salesiano. Hago sufrir al Director porque con frecuencia llego al límite del tiempo para hacer llegar este saludo que sale, como todo lo que me lleva mi nombre, de ‘mi puño y letra’. Hoy les escribo una hora después de haber llegado del Chaco Paraguayo, regresando a la capital, Asunción. Han sido tres días muy intensos, hermosos, llenos de vivencias.
He podido saludar y compartir con varios pueblos originarios. Esa era la finalidad. Eso fue lo que pedí. Quería ir a conocer, y saludar a los pueblos originarios con los que mis hermanos salesianos y mis hermanas Hijas de María Auxiliadora llevan compartiendo vida desde hace 70 años en algunos casos.
He compartido unas horas con el pueblo CHAMACOCOS en el Alto Paraguay, en la región cercana a Fuerte Olimpo; después de un largo viaje llegamos a la población de Carmelo Peralta donde pude compartir una mañana entera con las comunidades del pueblo AYOREO. Y finalmente, tras un viaje de tres horas en canoa en el río Paraguay que separa Paraguay y Brasil, y un difícil viaje por caminos inundados en Puerto Casado, pudimos encontrarnos con las comunidades del pueblo MASKOY.
Mi corazón se siente lleno de felicidad y de emoción. Y hoy puedo decirles con total certeza que el sueño misionero que siempre tuvo Don Bosco y que inició en la Patagonia, sigue vivo, muy vivo. Yo lo he visto. Yo lo he vivido. Yo he podido experimentar por mí mismo la alegría de estos pueblos agradeciendo por más de siete décadas la presencia de mis hermanos salesianos y salesianas… Y puedo asegurarles que vivir en el Chaco es muy duro. Lo es hoy, así que imagínense como sería hace cincuenta años. Y he podido dar un abrazo muy fraterno y lleno de orgullo a varios de mis hermanos salesianos que llevan en el Chaco Paraguayo 51 años y 42 y 40. A veces con temperaturas de 45 grados y con humedad. Y su opción por Jesús lleva sencillamente el nombre Chamacoco, Ayoreo, Maskoy.
Llegó profundamente a mi corazón escuchar de sus líderes (Caciques los llaman), que a los únicos que aceptaron para estar con ellos fueron a estos nuestros hermanos porque no les resultaron peligrosos. Hermanos y hermanas que antes de que se iniciase la enseñanza pública en estos pueblos originarios, 30 años antes nuestros hermanos ya habían comenzando con escuelas para ellos y se examinaban posteriormente en centros públicos, y de ahí dieron el salto a las escuelas de maestros y profesores. Entre los Ayoreos de María Auxiliadora en Puerto Casado el director de la escuela ayorea, Óscar, fue uno de esos jóvenes, hoy padre de familia; y entre los Maskoy el lider o Cacique estudió en la escuela salesiana de Puerto Casado. Y también sus hijos e hijas, dos de ellos actualmente en la universidad en Asunción. Incluso con humor me contaba que el salesiano misionero salmantino, P. Martín, fue su profesor… y resulta que ahí estaba presente Martín, hoy conmigo.
¿Cómo no sentir que Don Bosco se sentiría orgulloso de sus hijos e hijas?
Y también fueron de la mano en la lucha por la recuperación de tierras. Hace unos años los sdb removieron cielo y tierra para conseguir 2.000 hectáreas de tierras para unirlas a los que ya habían conseguido los Ayoreos. Y la misma lucha se hizo con el pueblo Moskoy, que en la actualidad han conseguido recuperar tierras que tenían perdidas.
Todo esto he vivido, unido a una fuerte fe de estas sencillas personas, una fe en la Virgen y en Diosito. Una fe en Papá Dios y en Jesús.
Y una esperanza: hay quienes creen que están en extinción. Hay quienes se alegrarían de su extinción. Gracias a Dios son pueblos que se siguen recuperando y su población aumenta. Los niños crecen y estudian y se forman para ser más libres y que nadie pueda, nunca más, vulnerar sus derechos ni someterlos en el engaño.
Por eso digo también hoy: Creo en el Sueño Misionero de Don Bosco. YO LO HE TOCADO CON MIS MANOS.
Mi deseo de todo bien para todos, también para estos pueblos que con su vivir tanto nos enseñan.