La Virgen de la Altagracia en la brújula cristiana

La Virgen de la Altagracia en la brújula cristiana

El día 15 de agosto del 2022 la nación dominicana estará celebrando con júbilo en el Estadio Olímpico de la ciudad de Santo Domingo una Eucaristía multitudinaria con motivo del centenario de la coronación canónica de la Virgen de la Altagracia, Protectora del Pueblo Dominicano. Esta celebración eucarística tendrá la presencia de la imagen original de la Altagracia que será trasladada el día antes desde Higüey hasta el corazón del Estadio Olímpico Félix Sánchez. Una serie de actividades eclesiales, civiles y militares se estará tornando en la zona colonial entre el día 14 y 15 de agosto para venerar a la advocación de la Altagracia. 

La interrogante que se puede generar es, ¿por qué celebrar este acontecimiento mariano? Para esto, quisiera citar un pasaje de la carta a los Hebreos que dice: “recuerden los días pasados, cuando después de haber sido iluminados, soportaron una gran lucha de padecimientos”. (Heb. 10,32) Este versículo nos guiará para contestar esta pregunta y también para hacer memoria de lo que pasaba en República Dominicana un siglo antes. 

En el siglo XX, con el magnicidio del presidente Ramón Cáceres ocurrido el 19 de noviembre de 1911, empezó a reinar una inestabilidad política en el país que duró 5 años, hasta el punto de ver siete mandatos presidenciales distintos, donde tres de estos mandatos fueron de incluso 4 meses cada uno, incluyendo entre ellos el del arzobispo de Santo Domingo Mons. Adolfo Alejandro Nouel que renunció porque supo distinguir la Iglesia del Estado y porque iba a estallar una guerra civil en 1913. Es durante el 1916 cuando interviene militarmente por primera vez Estados Unidos argumentado que la inestabilidad política del país ponía en peligro el cobro de las aduanas para el pago de la deuda externa, y la segunda razón fue de la sospecha del uso del caribe por parte de Alemania como base para atacar a Estados Unidos en plena Primera Guerra Mundial. Así, Estados Unidos interviene y domina la República Dominicana durante 6 años hasta el 1924. Es en este tiempo que surge todo el evento relacionado con la primera coronación canónica de la Virgen de la Altagracia.

La situación de la intervención militar norteamericana hace que se realice peticiones por la justicia, la paz y la tranquilidad del pueblo dominicano ante la Virgen de la Altagracia. El arzobispo de Santo Domingo, Mons. Adolfo Nouel comandando la iniciativa es quien invita al pueblo dominicano a encomendarse a la Altagracia. Para esto, Mons. Nouel presenta la solicitud al papa Benedicto XV de realizar su primera coronación canónica, logrando la aprobación, sin embargo el Santo Padre fallece en enero de 1922. Mons. Nouel continúa esta misión con el papa Pío XI quien manda a su representante pontificio, Mons. Sebastián Leite de Vasconcellos, arzobispo del episcopado portugués para esta primera coronación.

La fecha de la coronación canónica se pautó para el 15 de agosto de 1922. Previo a este evento religioso, el pueblo dominicano se preparó espiritualmente para ver coronada a la Altagracia como “Madre Protectora del Pueblo Dominicano”. La imagen original partió de Higüey a finales de junio de 1922 pasando por el Seibo, San Pedro de Macorís y San Isidro hasta llegar a Santo Domingo a principios de julio de 1922. El cuadro de la Altagracia estuvo 51 días en la capital dominicana y miles de peregrinos visitaron, admiraron y oraron ante el famoso lienzo mariano. Misas, rosarios, salves, campanadas, orquestas militares y municipales, salvas militares fueron algunas de las actividades que se realizaron en torno al acontecimiento mariano. Numerosas personalidades eclesiásticas participaron en el evento entre ellos el Representante Papal ya mencionado en el párrafo anterior, el arzobispo de Caracas, Venezuela, Mons. Felipe Rincón González y el obispo de la Diócesis de Cabo Haitiano, Mons. Francois-Marie Kersuzan, así como otros invitados.

Algunas actividades religiosas se realizaron en la Catedral Primada de América, pero debido a la gran cantidad de peregrinos el acto central de la Coronación Canónica de la Virgen de la Altagracia se realizó en la Puerta del Conde para que muchos peregrinos pudieran observar tal dignidad, además de que la Puerta del Conde significaba un punto muy emblemático para los dominicanos, ya que era el lugar donde se proclamó la Independencia de 1844. Asimismo, también era un lugar para aumentar el orgullo nacionalista de seguir en la lucha por la expulsión de los intervencionistas norteamericanos. La tarde del 15 de agosto del 1922, a las 5:00 pm inició el solemne acto religioso que coronó a la Virgen de la Altagracia como “Protectora del Pueblo Dominicano”. Un mes más tarde, en septiembre del 1922 se anunció el “Plan Hughes-Peynado”, en donde se declaraba el fin del gobierno militar estadounidense en República Dominicana y se devolvería la soberanía nacional al país, así como el establecimiento de un nuevo Presidente Constitucional Dominicano. Este hecho es atribuido a la Virgen de la Altagracia como un milagro de su intercesión al pueblo dominicano.  La retirada de los estadounidenses se efectuó en 1924 cumpliéndose el Plan Hughes-Peynado.

No podemos olvidar al papa Benedicto XV por conceder tal honor a nuestra querida Tatica como “Madre Espiritual del Pueblo Dominicano”; no podemos olvidar a Monseñor Adolfo Alejandro Nouel por comandar este trabajo que lo dejó muy agotado físicamente; y mucho menos, no podemos olvidar a los peregrinos y a todo el pueblo dominicano por su devoción y su muestra de fe en momentos difíciles. El salmo 145 que dice “Yo te ensalzo, oh Rey Dios mío, y bendigo tu nombre para siempre jamás; Todos los días te bendeciré, Por siempre jamás alabaré tu nombre; Se hará memoria de tu inmensa misericordia, se aclamará tu justicia” (sal.145) es la oración que nos invita a alabar a nuestro Dios por guiarnos en aquellos tiempos difíciles, en ese período de inestabilidad política dominicana e intervención norteamericana, y también hoy, en el tiempo de post-pandemia del Covid-19.

Habiendo hecho memoria de nuestro pasado, ahora tenemos que situarnos en el presente. El pasado mes de julio, el papa Francisco envió un mensaje al pueblo dominicano con motivo del Jubileo Altagraciano. El Santo Padre no podrá participar de este jubileo y en su representación estará Mons. Edgar Peña Parra, Sustituto de la Secretaría de Estado, es decir, el “número 3” del Vaticano. Francisco expresó en su mensaje que su representante “ponga a los pies de nuestra Madre de la Altagracia el homenaje filial del Papa, simbolizado en la rosa de oro” en la eucaristía solemne del 15 de agosto.

Pero la invitación de Francisco por medio de esta carta es la siguiente: Primero, a “no desfallecer en el testimonio de fe, a cuidar y fortalecer, con el ejemplo y la intercesión de la Virgen María, el amor por Jesús y por la Iglesia”; Segundo, a la solidaridad con el prójimo, es decir, que “aprendamos a ver, a través de los ojos, a Jesús presente en nuestros prójimos, y a recordar que formamos parte de una misma familia humana llamada a la convivencia fraterna y solidaria”; Tercero, a mantener la unidad, es decir, “a caminar todos juntos, más allá de divisiones y desconfianza, unidos en fraternidad, en la dirección que Jesús indica en el Evangelio”. Y por último, de no olvidarse de orar por él (la oración que pide Francisco al final de cada mensaje).

La última parte de esta reflexión consiste en aterrizar estas cuatro exhortaciones, es decir, ¿Cómo puedo poner en práctica estas invitaciones que me deja el Papa Francisco? Una forma sencilla es utilizando el ejemplo de la brújula. Según la Real Academia Española (RAE), la brújula es un “instrumento consistente en una caja en cuyo interior una aguja imantada gira sobre un eje y señala el norte magnético, que sirve para determinar las direcciones de la superficie terrestre”.

Una brújula contiene un centro o eje como indicaba la RAE, contiene un norte magnético, y se distingue de los tres puntos cardinales, del sur, del este y del oeste. La brújula cristiana consiste en tenerme en el centro. Mi norte es Jesucristo, sus enseñanzas; mi sur es la Unidad como una sola Iglesia, es decir, Iglesia Católica, Iglesia Protestante, Iglesia Ortodoxa, Iglesia Anglicana u otra Iglesia, ser una sola Iglesia en diálogo con las culturas y las ciencias. Mi este cristiano debe ser el amor a la Virgen María, y con más razón la Virgen de la Altagracia que se encuentra en el este del país. Y mi oeste cristiano, no el menos importante, la caridad con el prójimo, los ancianos que necesitan ayuda, los jóvenes que necesitan algún consejo, los enfermos que necesitan ser sanados, los encarcelados que necesitan ser visitados, los migrantes que necesitan ser recibidos. 

En este punto de los migrantes tenemos al oeste de la República Dominicana a nuestro vecino país de Haití. La República de Haití tiene una devoción especial a Nuestra Señora de la Altagracia. Tenemos el deber de socorrer a nuestros hermanos haitianos en estos momentos difíciles que viven como país. Ayudar al hermano haitiano es también practicar la caridad con el prójimo, aún si se encuentran en República Dominicana. Como nos invitaba Francisco en su mensaje a “caminar todos juntos, más allá de divisiones y desconfianza, unidos en fraternidad”. Olvidar las diferencias históricas y sociales que tenemos como nación es el reto más grande, a reconciliar nuestro pasado. Jesús que era judío, se encontró, dialogó y auxilió a una samaritana. Así debe ser nuestro acercamiento con los hermanos haitianos a ejemplo de Jesús con la samaritana. Socorrer no solamente al haitiano, sino a cualquier migrante es una obra de caridad en el siglo XXI con estos tres verbos: “encontrar, dialogar y auxiliar”.

En resumen, mi brújula cristiana tiene que estar compuesta por Cristo como el norte, la sinodalidad y el ecumenismo en diálogo con las ciencias y las culturas como el sur, el amor a María Santísima como el este, y la caridad con el prójimo el oeste. Esta es la clave de la brújula cristiana y de cómo puedo poner en práctica las invitaciones del papa Francisco.

Que la bienaventurada Virgen María, en la advocación de Nuestra Señora de la Altagracia siga residiendo en el corazón de cada dominicano. Ella, que nos tiene presente a cada uno en su corazón de madre, siga recibiendo en su casa, la gran Basílica de Higüey a cientos de peregrinos, dominicanos, haitianos, extranjeros, creyentes o no creyentes; que sea ella la que nos conduzca a Jesús, su hijo, la luz que ilumina toda oscuridad como aparece en el cuadro de la Altagracia.

Que con las palabras del Magníficat podamos venerar a nuestra madre la Altagracia: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”. (Lc. 1,48-49). Que contemplemos, adoremos y oremos ante la imagen de la Altagracia el 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de María.

Por: Luis Guillermo Gómez Batista

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