Por Luis Guillermo Gómez Batista
Queridos hermanos y hermanas, celebramos una vez más el jueves de Corpus Christi o solemnidad del Cuerpo y Sangre de Jesucristo. El misterio de la Eucaristía es uno de los cuatros misterios que sostienen la fe cristiana junto con el misterio de la Trinidad que acabamos de celebrar el domingo, el misterio de la Encarnación del tiempo de Navidad y el misterio de la Resurrección del tiempo pascual.
Muchos son los textos de las Sagradas Escrituras que nos guían para entender este gran misterio de la Iglesia. Por ejemplo, está el discurso del Pan Eucarístico del capítulo 6 de Juan; la multiplicación de los panes y los peces en el capítulo 9 de Lucas; los discípulos de Emaús en el capítulo 24 de Lucas; también los relatos de la Institución de la Eucaristía en los Evangelios Sinópticos y en la carta de San Pablo a los Corintios.
Quisiera detenerme en dos hechos para reflexionar sobre el Corpus Christi: la multiplicación de los cinco panes y los dos peces de Lucas (Lc. 9, 11-17); y los discípulos de Emaús (Lc. 24, 13-34).
En el primer hecho sobre la multiplicación de los panes y los peces, la multitud era de 5,000 hombres sin contar mujeres y niños. A Jesús le presentaron cinco panes y dos peces, y realizó las siguientes acciones: «Tomó los panes y los peces, pronunció la bendición, los partió, y los entregó». Concluye el relato diciendo: “Comieron todos hasta saciarse’”. «El significado de “todos” es que el Señor desea que todos los seres humanos se alimenten de la Eucaristía, porque la Eucaristía es para todos». (Benedicto XVI).
Los verbos “tomó, pronunció, partió y entregó” son inseparables del banquete de la eucaristía, en el caso específico del pan y el vino que es consagrado por el sacerdote. El sacerdote toma el pan y el cáliz, pronuncia la bendición sobre las especies, parte y reparte la Hostia entre los fieles, sin embargo, ya no es pan y vino sino es el alimento que nos ofrece Cristo, su Cuerpo y su Sangre. Esto se le conoce como “Transubstanciación”, un término filosófico escolástico que la Iglesia utiliza para explicar que las especies del pan y vino se convierten en Cuerpo y Sangre de Jesucristo respectivamente sin alterar las especies eucarísticas. Es lo más difícil de comprender para un cristiano, donde lo único que nos ayuda a comprender es la fe.
El segundo hecho que nos enseña Lucas es sobre los discípulos de Emaús (Lc.24,13-34) Es la narración más hermosa de la historia pascual. Los discípulos ruegan a Jesús que se quede con ellos: «Es tarde y está anocheciendo». Ahí donde en nosotros es oscuridad, donde se cierne la noche sobre nuestra alma, podemos pedir al Resucitado que se quede con nosotros. «Los discípulos levantaron los ojos y le reconocieron. En ese mismo instante se hizo invisible». Aquí está también el misterio de la resurrección. El Resucitado está con nosotros, junto a nosotros. Él parte para nosotros el pan. En la eucaristía se encuentra con nosotros y se hace visible. Pero no podemos retenerlo ante nuestros ojos. En la eucaristía nos encontramos con el Resucitado. Él está con nosotros, habla con nosotros, nos explica la Sagrada Escritura y nos descubre el misterio de nuestra vida.
¿Cómo podemos definir el sacramento de la Eucaristía? El catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que la Eucaristía puede nombrarse como “Fracción del pan”, “Banquete del Señor”, “Santo Sacrificio”, “Comunión”, “Misa” etc… El Concilio Vaticano II tiene una respuesta explicándolo por medio de la Constitución dogmática de Lumen Gentium diciendo que la Eucaristía es «fuente y culmen de toda la vida cristiana» (LG 11), es decir, los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan.
Que con el “Tantum ergo” de Santo Tomás de Aquino podamos orar durante la procesión eucarística diciendo así: «Adoremos el Sacramento que el Padre nos dio. La antigua figura ceda el puesto al nuevo rito. La fe supla la incapacidad de los sentidos»; «Al Padre y al Hijo, gloria y alabanza, salud, honor, poder y bendición. Gloria igual a quien de ambos procede». Amén.