Un dominicano de pura cepa

Un dominicano de pura cepa

Mocano de nacimiento, capitaleño por adopción, padre de muchos hijos e incansable educador, es la mejor definición del padre Luis Rosario. Reconozco que hablar de un personaje de tal calibre no es nada fácil por la brevedad del espacio con que se cuenta. Sin embargo, corro el riesgo por tratarse de un amigo, de un compañero de camino y de un hijo de Don Bosco.

Este dominicano ilustre se ha distinguido siempre por su agudeza y preclara inteligencia; por su capacidad de diálogo y su facilidad para conectar con sus iguales.

Su personalidad persistente, sensible, emprendedora, humilde y cercana le ha abierto múltiples puertas de: eclesiásticos, empresarios, políticos, emprendedores, niños de la calle, migrantes y desamparados. Un amigo de los amigos de Dios, los pobres; un amante de la paz y de las buenas relaciones; un defensor de la vida y de los derechos humanos. Un promotor, junto a un grupo de jóvenes, de la festividad de san Juan Bosco, como día de la juventud en nuestro país.

Un dominicano que ha conjugado satisfactoriamente su ser religioso salesiano, sacerdote, periodista y abogado sin desmedro de ninguna de esas profesiones. Antes, al contrario, gracias a su amplia cultura, continúa haciendo grandes aportes al país, promoviendo proyectos de leyes, planes educativos, medios de comunicación e itinerarios formativos juveniles.

Este fiel hijo de Don Bosco, desde el dolor que genera la enfermedad, sobre todo el cáncer, está dando cátedra de amor a la vida, valorándola siempre como el más grande regalo de Dios; anunciando con su testimonio que la enfermedad tiene sus aguijones y tentáculos destructores, pero la fortaleza de su fe y de su amor a Dios son más poderosas. “Cuando un dolor es profundo, fortalécelo con tus creencias; si no es suficiente, pide a Dios que fortalezca tu fe”.

Por P. José Pastor Ramírez

@padreinspector

Fuente: Listín Diario

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